sábado, 6 de septiembre de 2008

Experiencias a favor de la convivencia

Del 23 al 25 de Marzo, el Ministerio de Educación y Ciencia organizó el Congreso sobre Convivencia escolar, “De la educación socioemocional a la educación en valores”. Este Congreso responde a uno de los compromisos contemplados en el Plan de Convivencia firmado por el MEC y diversas organizaciones sociales vinculadas con la educación: sindicatos docentes, patronales, confederaciones de asociaciones de padres y madres y federaciones de asociaciones de estudiantes. Tras la reflexión sobre las situaciones que dificultan la convivencia en las aulas, llevadas a cabo en los dos congresos anteriores, se planteaba cómo contribuir a la mejora de la convivencia analizando el proceso que comienza en la educación emocional y culmina en la educación en valores. Los destinatarios de la iniciativa son maestros, profesores de Educación Secundaria, Formación Profesional y Orientadores que se encuentren en activo, en docencia directa en centros sostenidos con fondos públicos.

Y no es la única iniciativa institucional desde la que se intenta poner de relevancia la importancia de la convivencia escolar. En los últimos años se han elaborado variadas propuestas por parte de los distintos sectores sociales implicados; desde la localidad algunos recursos municipales han servido para propulsar la creación de plataformas en las que estuvieran representados los movimientos más sensibles con respecto a este tema (asociaciones juveniles, vecinales, padres y madres, profesores, personal de ayuntamientos…); sin embargo, la sensación es que no se consigue profundizar demasiado en el asunto y la mayoría de las veces el trabajo en común culmina con alguna campaña puntual por los barrios o con la publicación de algún tipo de declaración de intenciones (manifiestos, cartas abiertas, recogidas de firmas…). La práctica domina sobre la teoría, avalada por la experiencia sociolaboral y también voluntaria.

La falta de apoyos decididos por parte de la administración motiva que los grupos creados para fines tan concretos como éste tengan los días contados o reduzcan mucho sus pretensiones iniciales para mantenerse en el tiempo. La convivencia es un aspecto de la vida social: convivimos en familia, en la escuela, a la hora de movernos en transporte, en la comunidad de vecinos, y en cierta medida, en el trabajo y en los colectivos y asociaciones. Al igual que la metáfora cultural evoca al centro escolar como una especie de sociedad en miniatura, se puede pensar lo mismo del resto de núcleos donde interaccionamos y nos relacionamos las personas a lo largo de un tiempo determinado.

Para lograr una convivencia escolar que sea pacífica y positiva y que represente el ambiente y contexto habituales de los centros educativos, es necesario que se creen las mismas condiciones en el resto de núcleos de actividad social, y para ello, el esfuerzo no debe ser puntual, sino continuo, y lo que es más importante, debe ser un objetivo de todos los protagonistas implicados, es decir, de la sociedad en su conjunto.

Las iniciativas institucionales, por otro lado, tiene a su favor la capacidad para llegar a más cantidad de gente además de más medios y recursos (tanto económicos como humanos). Sin embargo los resultados parece que se quedan en un plano teórico más que práctico, y que contribuyen a engrosar la burocracia coyuntural a este tipo de instancias. Los agrupamientos en este caso cuentan con expertos en diversas materias y entidades importantes avaladas por impresionantes currículos. Los resultados suelen ser publicitados por los medios y los aparatos protocolarios consiguen algunas subvenciones; incluso es posible que se creen observatorios y fundaciones, además de los encuentros anuales, congresos y conferencias.

Si las diferentes campañas, iniciativas y experiencias por la convivencia, de cualquier tipo y procedencia, llevadas a cabo a lo largo del tiempo y desde sectores distintos han servido para concienciar acerca de la importancia de esta cuestión, para que la sociedad sea intercultural además de multicultural, y para transmitir valores sólidos y justos a través de unas relaciones positivas y horizontales, como pauta fundamental de crecimiento social, es posible que estemos preparados y preparadas para iniciar el cambio. Falta que las iniciativas traspasen los muros de las escuelas y se transformen en alternativas reales que se desarrollen mediante programas y seminarios para potenciar las habilidades psicosociales de toda la comunidad educativa y aprender a convivir con una visión constructiva de los confictos.


Guía de convivencia escolar

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